CAFÉ DEL VAPOR DE LA PLAZA DEL PROGRESO.

Como es sabido, muchos de los antiguos cafés que se inauguraron durante el siglo XIX, y alguno de principios del XX, no tuvieron ningún problema a la hora de ser titulados con la misma denominación, dando origen a no pocos equívocos. Tal fue el caso del Café del Vapor, al que se distinguía de otros añadiendo a su nombre el de la plaza del Progreso.

La realidad fue que este del Vapor se situaba en la esquina de las calles del Duque de Alba, nº 1 y del Mesón de Paredes, nº 2, en el edificio encargado por Lorenzo Herrera - dueño de una demolida casa situada en el mismo lugar - al arquitecto Simeón de Ábalos, en el año 1852. 

 

Fotografía: M.R.Giménez (2014). Esquina de las calles del Duque de Alba y del Mesón de Paredes, donde estuvo el Café del Vapor.

El Café del Vapor, que comenzó siendo botillería, era la avanzada de los barrios bajos. Grande, estrecho y sobrio en su decoración, contaba con un público abigarrado y pintoresco procedente de la plaza de la Cebada y sus inmediaciones.

Desde sus comienzos fue un café musical, como indica una reseña en la prensa del año 1856 citando a una jovencísima pianista que ejecutaba con suma maestría difíciles piezas y varios trozos de música bailable. Más tarde vendrían otros músicos de incipientes carreras, como el violinista Abelardo Corvino o Leandro Rivera, músico y poeta muy ovacionado en sus conciertos de los domingos por un público que hacía sonar sobre el mármol de las mesas las cucharillas y los platillos en su honor.

Sin duda la figura más destacada, entre los músicos que pasaron por el Café del Vapor, sería la de un muchacho de dieciséis años que llegó a Madrid en el año 1866 para estudiar en el Conservatorio y ganarse la vida como violinista. Su nombre era Tomás Bretón Hernández y llegaría a componer, entre otras muchas obras, la música de la zarzuela titulada “La verbena de la Paloma”, estrenada en el Teatro Apolo en 1894.

 

Fuente: hemerotecadigital.bne.es. Tomás Bretón, al recordar su juventud, siempre tuvo presentes sus inicios en el Café del Vapor.

Bretón junto a Teobaldo Power, pianista tinerfeño que compondría los “Cantos Canarios” en 1880, formaron pareja artística en el Café del Vapor con un salario de catorce reales diarios y café con tostada, al comienzo de sus carreras musicales.

En el año 1881 el Café del Vapor anunciaba su reapertura tras obras de remodelación. Su propietario de entonces, Manuel Rodríguez López, quiso dotar de elegancia a su negocio encargando al pintor José Marcelo Contreras la decoración de su salón estilo neomudejar. Parece que esta nueva ornamentación y el ambiente del local habrían seducido a escritores como Manuel Fernández y González que publicó, en el año 1884, su novela costumbrista “La chula sensible” ambientada en este café.


Fuente: bdh-rd.bne.es (1884). "La chula sensible: Novela de costumbres flamencas".

Al Café del Vapor asisteron también un buen número de escritores y periodistas como Pedro de Répide, Julio Camba, Eduardo Barriobero, Eduardo Zamacois o Emilio Carrere cuando ya hacía tiempo que los espectáculos musicales habían cambiado los conciertos de piano y violín por las veladas flamencas. Muy jóvenes entonces, fueron atraídos tanto por el precio módico de las consumiciones de este café alejado del centro de Madrid como por el ambiente costumbrista de las bravas chulapas del barrio, “La Nacha” y “La Gloria”, que rivalizaban con las damitas de la media almendra, así llamadas las jóvenes remilgadas que siempre iban acompañadas por un protector.

 

Fuente: hemerotecadigital.bne.es (1929). Pepe, camarero de toda vida, recordaba en una entrevista al Café del Vapor.
 

El último dueño del postinero Café del Vapor fue Melitón Pérez, que anunciaba en diciembre de 1916 la venta de los muebles y enseres del establecimiento, entre los que se encontraba un piano Pleyel. En su local se instalaría sastrería para caballero y niño de Pedro Lorite (hijo), en el mes de enero del año siguiente.

 

Fuente: memoriademadrid.es (1930). La plaza del Progreso, cuando aún no había cambiado su nombre por el de Tirso de Molina.
 

La plaza del Progreso, formada en el año 1840 tras la demolición del convento de la Merced que ocupaba su terreno, fue cambiada de nombre tras la Guerra Civil Española. Pasaría a demoninarse desde entonces plaza de Tirso de Molina, al igual que su estación de Metro. 

 

  

Fuentes:

bdh-rd.bne.es

hemerotecadigital.bne.es

Los cafés cantantes de Madrid. (1846-1936)”. José Blas Vega

madrid.org

memoriademadrid.es

prensahistorica.mcu.es


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