CAFÉ DE EL SOTANILLO.

Decía el escritor Ramón Gómez de la Serna que si no hubiese existido Pombo, quizás habría escogido este Café como sitio de reunión para fundar su famosa tertulia “La sagrada cripta de Pombo”.

El Café de El Sotanillo estuvo situado en la calle de Alcalá, hoy número 58, y parece que, como otros negocios similares de Madrid, su marca hacía referencia a los escalones que era necesario descender para llegar a ser atendido.

 

Fotografía de Juan Miguel Pando -mcu.es- (1957).
Fachada del Café de El Sotanillo.

 

Situado en los bajos del edificio residencial construido en el año 1877 y diseñado por el arquitecto Bruno Fernández de los Ronderos, el del Sotanillo tenía una pequeña puerta de acceso y muy poca iluminación natural. Largo, oscuro y quizá algo siniestro, el local poseía una sólo ventana y un escaparate, forrado de espejos, en el que se habían colocado cestas de huevos de buenas dimensiones y muchos tarros de miel. Con semejante exposición se atraía el interés sobre los productos que allí se ofrecían, cuya relación y precios figuraban escritas con tiza sobre una oscura pizarrilla. Entre ellos destacaban las natillas servidas con una rica costra de azúcar quemada por encima, famosas en todo Madrid.

Nada más entrar en el Café de El Sotanillo se encontraba el salón principal, iluminado por la luz que provenía de la pequeña ventana y el escaparate con vistas a la calle de Alcalá. En su fondo había un enorme espejo con embocadura de caoba, que servía para dar luminosidad al espacio, y una puerta con candado permanente tras la que se guardaban jamones, botellas de ron y otras viandas suculentas. El aroma de los productos era tan intenso que se escapaba entre las rendijas de su madera.

El local tenía varias salas, separadas por cortinas recogidas elegantemente a ambos lados de sus puertas. Los espejos con que fueron adornadas habían sucumbido, al igual que muchas de las paredes, a la humedad de este lugar casi subterráneo y de techo abovedado. Para disimular los visibles desperfectos se fueron pintado rudimentarios paisajes y flores en todos los rincones afectados. Al fondo se hallaba un largo corredor, iluminado por un techo de cristal, en el que se habían instalado mesas y sillas separadas por macetas.


Fotografía de Juan Miguel Pando -mcu.es- (1957).
En la imagen el viejo corredor con techo de cristal del antiguo Café de El Sotanillo. Su local, tras la obra, se convertiría en el bar Club 31.

 La clientela del Café de El Sotanillo variaba según la hora del día. Era frecuente encontrar desayunando una taza de chocolate o un plato de natillas a los niños, tras pasear por El Retiro durante el verano; ya durante las tardes, los rincones de las salas más recónditas recibían las visitas de parejas silenciosas, serias y recatadas. Por las noches las tertulias, en algún caso provenientes de algún otro café como el de Platerías de la calle Mayor, unían a escritores como Cesar González-Ruano, José de Ciria Escalante, José María Quiroga Pla, Federico Carlos Sainz de Robles o el pintor Hipólito Hidalgo de Caviedes.

El Café de El Sotanillo, en sus últimos tiempos más conocido como chocolatería, desaparecería de la calle de Alcalá a mediados de los años cincuenta del siglo pasado.

 

Fotografía de Juan Miguel Pando -mcu.es- (1959).
Entrada al Club 31, con los escalones y las antiguas ventanas del que fuera Café de El Sotanillo.

 

Su viejo local se transformó, tras una gran obra interior, en un moderno restaurant-bar llamado Club 31, proyectado por el arquitecto Luis Blanco-Soler, colaborador de Antonio Palacios Ramilo en los inicios de su carrera.

 

 

 

Fuentes:

hemerotecadigital.bne.es

mcu.es
Pombo. Biografía del célebre café y de otros cafés famosos” Ramón Gómez de la Serna.




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